Son las 23 de un lunes. En 6 horas la estación Constitución
va a estar llena de personas dignas. Aquellas que con conocimiento o sin él, le
dan forma a los cimientos para el adagio peronista. También, cínicamente,
representan la libertad que con varillas de metal soldadas a un arco prometía
Auschwitz.
El trabajo libera y dignifica.
La estación de Constitución se llena de personas que vienen
de un lugar mucho mas frió que al que llegan. No hace falta viajar demasiado
para poder ver las estrellas una noche cualquiera, o para sentir como la
temperatura baja esos 5 grados que diferencia y separa.
La gente que llega abrigada es diferente. Esta apurada. Ejecuta los movimientos al unisono, pero a destiempo. Como en un ballet extraño y moderno eligen el azar en sus movimientos y la similitud en las intenciones dirigiéndose a la salida, pero no a una sino a todas. La simultaneidad de un movimiento visto en una filmación que al ralentizarse gradualmente se convierte en acción primero, en fragmentos de momentos después y por ultimo en mera intencionalidad adivinada y formulada por nuestro sistema de pensamiento, tan acostumbrado a la predicción que da por sentado que después de cada noche viene otro día.
La gente que llega abrigada es diferente. Esta apurada. Ejecuta los movimientos al unisono, pero a destiempo. Como en un ballet extraño y moderno eligen el azar en sus movimientos y la similitud en las intenciones dirigiéndose a la salida, pero no a una sino a todas. La simultaneidad de un movimiento visto en una filmación que al ralentizarse gradualmente se convierte en acción primero, en fragmentos de momentos después y por ultimo en mera intencionalidad adivinada y formulada por nuestro sistema de pensamiento, tan acostumbrado a la predicción que da por sentado que después de cada noche viene otro día.
Soy un pagano en esa inmensa catedral de altos techos abovedados
y rituales repetidos, un extranjero incomodo por no reconocerse entre pares. Un
ninguneado por todos menos por mi mismo. Pero la incomodidad no es la regla. Con
fórceps, la repetición de lo incomodo convierte en normal lo raro y en
inalienable lo profundamente rechazado.
La falta de apatía es lo desconcertante. El triunfo de la rutina hace que algo trivial como pasar de un tren a un colectivo se convierta en algo serio y, al parecer, de vital importancia.
La falta de apatía es lo desconcertante. El triunfo de la rutina hace que algo trivial como pasar de un tren a un colectivo se convierta en algo serio y, al parecer, de vital importancia.
La dignidad es un otorgamiento, un concepto que se usa para
diferenciar y separar cuando se carece de su uso como adjetivo, y para aceptar
e igualar cuando se premia con el.
El trabajo segmenta, separa y entumece con su monotonía intrínseca. Es un medio para un fin y es lo que pasa en el medio, entre el principio y el fin. Iguala. Nos hace acolitos de la iglesia del tiempo continuo.
El trabajo segmenta, separa y entumece con su monotonía intrínseca. Es un medio para un fin y es lo que pasa en el medio, entre el principio y el fin. Iguala. Nos hace acolitos de la iglesia del tiempo continuo.
Nos hace derechos y humanos.
Nos hace dignos y libres.
Nos hace dignos y libres.