A veces una charla impulsada por el efecto desinhibitorio
del alcohol se convierte en declaración de principios. La verba hace su camino al andar y la elaboración de un
concepto sorprende al enunciante.
En este caso fue una sorprendente declaración, con la
firmeza que le imprimiría a una frase aquel que no sabiendo ni mierda trata de
sonar razonable y seguro, que rápidamente se convirtió en verdad indiscutible y
en una revelación insospechada: Tengo fe en la Humanidad.
Suena naif y contradictorio, sobre todo en un lugar
pretendidamente misantrópico y antisocial, pero al ser un concepto creado a medida tiene sentido en la lógica más personal.
Creo firmemente en que cada paso que damos adelante es un
paso en la mejora de la humanidad, teniendo en cuenta que adelante y mejora son
palabras con significantes humanos. El modo y el método son discutibles
moralmente, pero el objetivo aparece en el horizonte claro y prístino.
¡Ah! ¡Para! ¿Tenes una objeción? ¿Mesianismo? ¿Pueblo
Elegido?
Puede ser. Pero no hay Pueblo Elegido si no se diferencian
los pueblos y no hay mesías si es el colectivo humano. Desde el primer homo que levanto la cabeza para ver por
encima de los pastizales el cambio se inició, lento, contradictorio, con retrocesos
y con aceleraciones. Los conceptos se complejizaron y los aplicamos a todo y a
nosotros. Y ahora, como en cualquier punto de la historia, estamos en un punto
medio en el desarrollo y en el cambio. Siempre es un punto medio por el
objetivo siempre se adelanta.
Cada paso que damos nos acerca más a un objetivo
perpetuamente equidistante y por lo tanto real y con el poder necesario para
atraernos/impulsarnos.