jueves, 24 de abril de 2014

Crónica de la calle Corrientes

Escribir con las manos sudadas es un deporte de riesgo. Un deporte intelectual de riesgo. También lo es caminar 3 km x Buenos Aires un miércoles de otoño a las 22pm. A veces ambas actividades están relacionadas, como esta, y el vínculo no es otra cosa que un nunca aclarado "conflicto gremial" que te deja sin subte.

El positivismo es una fuerza inenarrable que contamina hasta al más misántropo de los seres humanos y este "mal" convierte lo que debería ser un festival de mala onda en una experiencia rescatable. De alguna manera mi psiquis se esfuerza en convertir el sudor que se congela en mi camisa empapada, en un disfrutable vapor producto del calor humano.


El mundo es una mierda, lo sabemos todos. Los conflictos a los que nos entregamos voluntariamente son patéticos, en su mayoría. La experiencia humana es única, irrepetible y completamente ahogada en un mar de clichés. Sin embargo la multitud que compartió la última hora de mi vida conmigo no lo volverá a hacer jamás. El tipo que se dormía parado esperando el 70, los dos borrachines que me preguntaron cómo llegar (caminando con su botella de heavy metal) a Retiro en pleno Once y la jogginista que me miro directamente a los ojos con la mirada completamente vacía, forman parte desde ahora de ese momento celebrable que la óptica más positivista me obliga a describir en el último vagón de un tren lleno de derrotados que vuelven al hogar.