domingo, 30 de septiembre de 2012

Insolación Sabática


El sábado a la mañana en la plaza de caseros es una correcta teatralización de los objetivos de nuestra sociedad. Es un lugar donde se traen a los más jóvenes para su esparcimiento y regocijo, y para que gasten su muy natural exceso de energía física. Es la “socialización” de los más viejos y el malgasto de su, también natural, exceso de energía parlante. Son las personas en su mediana edad viviendo el presente.
Todos bajo el sol que iguala en su omnipresencia temporal, pero que con su luz saca a relucir las diferencias.

La primavera trajo verde a la plaza y la vida parece resurgir, pero lo único que hace es desentonar con el paisaje gris de los caminos cementados.

Hay mascotas paseando atadas a sus dueños. Hay personas paseando atadas a la sociedad. Todos somos mascotas con un collar al cuello y el tiempo pasa, el viento pasa, el mundo pasa, y nosotros paseamos.

La plaza es la naturaleza condicionada a nuestras necesidades.
Las mascotas son animales condicionados a nuestras necesidades.
Nosotros ejercemos un control mutuo sobre los demás: el panóptico existe desde que el primer clan familiar dejo empezó a reunirse alrededor de un fuego.

Eso es la plaza de caseros. Un lugar donde los sentimientos se expresan, la muerte se siente cerca y el futuro suda, grita y ríe.

sábado, 22 de septiembre de 2012

La Negacion De La Mentira

La mentira es un modo de vida. Es una forma de comunicación. Es un uso del lenguaje. Es una construcción conceptual volátil y al mismo tiempo estructura de la sociedad en la que vivimos.
El uso de ella en los niños es reconocido como prueba de avance intelectual. El uso de ella en el último estadio de la vejez se llama Alzheimer y lo provoca nuestro mismo cuerpo.
Somos una mentira. Nos ubicamos en el tope de los animales, nos separamos de esa clasificación. Nos desligamos de nuestra unión con el entorno. Ignoramos nuestros pies llenos del barro que conforma la realidad. Miramos hacia adelante y decimos que el horizonte es infinito, cuando la realidad y la curvatura de la tierra nos podría mostrar que dando una vuelta completa lo único que miramos al mirar adelante es nuestro agujero del culo.
Ni siquiera miramos hacia arriba, allá adonde no existe la humanidad ni su transpiración diaria. No miramos al espacio, inerte, insípido e indoloro. No miramos nada.
La virtualidad es una mentira. El mundo a través de los ojos de cualquiera es otra. La interpretación sensorial y la electrónica, la una sobre la otra o todo junto, son mentiras.
Pero casi nadie tiene la voluntad de mentir. Lo que hacemos es negar. Renegar. Ignorar. Omitir.
Mirar para el otro costado.
¿Cuál es la ganancia que obtenemos no mirando al tipo que duerme en la calle? Mirémoslo y abracemos la puta realidad en la que vivimos. Experimentemos alegremente la sucesión de  temor, angustia y expiación que nos da reconocer que podríamos hacer algo, pero que no es nuestra culpa y que hay otra gente que va a ayudar a esa alma. O no.
Nuestra vida es un hecho. Una realidad. Innegable y, a veces, innecesaria. No somos los únicos en la Tierra y todos los demás son individuos. No nos neguemos negando a los demás.
Sigamos mintiendo e ignorando todo lo que nos plazca, pero hagámoslo a conciencia y con placer.

lunes, 3 de septiembre de 2012

La Larga Marcha

Los lunes son especiales.
Es el día de comienzo de La Larga Marcha. Es cuando la rutina nomenclada por una convención (convención de convencional, squares que todos somos, hasta la rebeldía en si, programada para existir) da lugar al comienzo de la semana.
La Larga Marcha es algo para lo que nos preparamos toda la vida. Tal cual como en una maratón, nos entrenamos para poder soportar el tránsito a través de ella, y como en dicha disciplina deportiva, no todos logran terminarla.
Los laureles no son para los ganadores, ni para los preparadores, ni para los espectadores. Los laureles son para los que no participan, por decisión o por fracaso.
Todos nosotros, los que la protagonizamos (o nos gusta creer que lo hacemos), largamos a distinto tiempo o a destiempo, pero el objetivo es el mismo. Las rutas son independientes y a veces se cruzan: es entonces cuando se reconocen a los compañeros momentáneos de ruta, aquellos que como yo se sientan en sus autos con destino predefinido y movimientos de autómatas.
El sol naciente, golpeando fuerte en los ojos y el obligatorio pestañeo nos iguala, y el viejo objeto de esperanza, aquel que defiende la singularidad y subjetividad de cada uno, pero la igualdad de todos vuelve a mi mente y me fuerza a volver al mundo real donde las cosas importan.
En La Larga Marcha todo importa pero el final es el mismo. Y en la línea de llegada no hay laureles para nadie, ni para los que la recorrieron ni para los que se mantuvieron aparte. Porque los laureles no existen, ni la marcha, ni los competidores. Porque los recuerdos son efímeros y su importancia se maximiza a medida que las neuronas se apagan. Porque no hay Larga Marcha, pero si Camino. Y el recorrido conforma (de dar forma y de conformarse con ella) lo importante y los laureles.